Si bien la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) tiene como columna vertebral la voluntad
política, no puede echarse a menos su carácter estratégico, ese aspecto quedó
claro en la reunión sostenida este viernes en la tarde por los mandatarios
asistentes.
Cuando nuestros próceres y sus herederos
de pensamiento hablaban de la unidad latinoamericana, no lo hacían solo sobre
una idea romántica o guiados por la lógica de los vínculos culturales e
históricos de nuestros países, también sobre un enfoque pragmático de las
potencialidades de una región cohesionada.
¿Qué significa en la práctica la CELAC?
¿Cuál es su valor económico en números? La unión de sus 33 países harían de
América Latina la tercera potencia económica en el mundo, detrás de Estados
Unidos y China, con más de 6,3 billones de dólares de Producto Interno Bruto (PIB).
Sería la mayor reserva petrolera del planeta, el presidente Hugo Chávez
recordaba que según los cálculos de los especialistas norteamericanos en la
Franja del Orinoco existen alrededor de 500 mil millones de barriles de
petróleo, si a eso le sumamos las reservas de Brasil, Ecuador, México y
Argentina, podremos tener una idea aún más clara de la potencialidad
energética.
La región se ubica bajo la CELAC como la
mayor productora de alimentos, la tercera generadora de energía eléctrica, una
de las mayores reservas de biodiversidad, una extensión territorial superior a
los 20 millones de kilómetros cuadrados con más de 550 millones de personas, y
unas reservas monetarias muy superiores a los 750 mil millones de dólares.
Todos estos números sorprenden, sin embargo, se requiere contextualizarlos para
tener una idea clara de su valor.
La crisis económica mundial, con
perspectivas de agravarse, es sistémica y tiene entre sus aristas una crisis
alimentaria, energética y fiscal. Pensemos cuán grande es la garantía y la
seguridad al poseer esas enormes reservas de petróleo, tener esa gigantesca
producción de alimentos y tantos miles de millones de dólares en reservas. No
hay necesidad de salir a pedir dinero prestado a instituciones internacionales
para que después nos impongan condiciones, tal y como hacían el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. Si con esas reservas se crean mecanismos
financieros propios, América Latina no tendrá la necesidad de salir a buscar
dinero fuera de sus fronteras.
Pensemos además la gran ventaja
económica de tener en tan extenso territorio un mercado de más de 500 millones
de personas; es la posibilidad para una región exportadora de potenciar un
mercado interno a sus productos, más aún, cuando los principales consumidores,
Europa y Estados Unidos no muestran señales de recuperación. Es decir, la
CELAC, entre otras ventajas, permitirá un desarrollo más endógeno e
independiente y en el caso de aquellos países más conectados a la economía
estadounidense, será una alternativa para ir cambiando esa dependencia.
Esto es en materia económica, sin
embargo, en política exterior el aporte es considerable. Ya sería América
Latina en bloque, no los países latinoamericanos por separados. ¿Cuán fuerte
sería la región unida frente a las instituciones internacional? ¿Cuánto
aportaría a la construcción de ese mundo multipolar tan necesario? ¿Cuánto contribuye
a lo que es realmente un mecanismo de unidad? La CELAC justifica la euforia,
siempre conscientes de que es un primer paso de un largo camino por recorrer.
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