La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en la
ciudad sudafricana de Durban terminó como todos esperaban. Una
maratónica y fatigosa negociación de última hora logró apenas extender
relativamente el Protocolo de Kyoto, insuficiente para los actuales
niveles de contaminación en todo el planeta y el resto solo fueron
promesas e intenciones futuras, que si tomamos en cuenta la historia,
pueden diluirse con mucha facilidad.
La reunión de Durban fue una vez más
injusta; el texto final recogió más exigencias a las naciones pobres y
brindó más flexibilidad para los industrializados, responsables de 75
por ciento de la contaminación. Gracias a las voces del Grupo Africano y
la Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra América (ALBA)
quedaron grabados en la historia de la reunión los desequilibrios y
lagunas del documento. En fin, ninguna sorpresa alentadora y millones de
dólares perdidos en la organización de un evento que aún no rompe las
expectativas de los siete mil millones de habitantes del planeta. Es
válido hacer una aclaración en este sentido, si estas Conferencias sobre
cambio climático no han sido más efectivas, se debe a la poca voluntad
política de los gobiernos, no a los científicos, quienes han hecho un
trabajo serio a la hora de exponer los efectos y perspectivas del
fenómeno. Ellos no deben cargar con esa responsabilidad histórica.
Por supuesto que la reacción internacional no se hizo esperar, decenas
de grupos ecologistas en todo el mundo señalaron que esta cita trasladó
el problema a futuro, lo cual se ha convertido en una práctica en las
reuniones de este tipo. Lamentablemente tienen razón. El acuerdo con
mayor trascendencia, según los analistas, fue el consenso global sobre
la necesidad de un tratado de obligatorio cumplimiento para el 2015, sin
embargo, el optimismo queda aplastado por las interrogantes ¿Existirán
condiciones objetivas para lograr un acuerdo de este tipo en esa fecha?
¿Las diferencias actuales habrán desaparecido para entonces? ¿Tendrán
los países más ricos la voluntad y los más pobres el dinero para ir
implementando los cambios en vista al acuerdo? ¿Quién asegura que las
grandes transnacionales aceptarán este tipo de condicionantes?
Recordemos la experiencia de Kyoto, adoptado en 1997 y ratificado casi
diez años después en 2005. ¿No podría pasar lo mismo con este acuerdo
para dentro de tres años?
Otro dato para analizar los resultados de Durban: No hubo una adopción
formal de un segundo periodo del Protocolo de Kioto y en esencia quedó
pospuesto para la próxima conferencia. El único avance para el Fondo
Verde, la publicitada iniciativa estadounidense, fue su diseño y se
supone incluirá 100 mil millones de dólares para los países pobres a
partir del 2020. El tratamiento dado al tema del cambio climático es
clasista y está atrapado en los intereses del gran capital. Los
políticos hablan de plazos que la naturaleza no está dispuesta a
esperar. ¿Cuanto puede significar para el medio ambiente diez años de
espera? ¿Cuantos daños serán irreversibles para entonces? El año
venidero la cita será en Catar y probablemente saquemos cuentas muy
similares a las de Durban.
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