lunes, 19 de diciembre de 2011

DESPUÉS DE UN AÑO, TÚNEZ PODRÍA VOLVER A ESTALLAR



El pasado 17 de diciembre Túnez celebró el aniversario de la llamada Primavera Árabe, más parecida a un otoño si vamos a sus escasos resultados. En el país árabe se festejó la fecha con fanfarria gubernamental, pero con una mezcla de alegría y desconfianza en los pobladores, cuyas esperanzas se diluyen paulatinamente tras la caída del presidente Ben Ali a principios del presente año.


A pesar de las promesas y los discursos, la realidad es que los tunecinos enfrentan una situación económica mucho más difícil en comparación con un año atrás. Si a finales de 2010 el desempleo rondaba un13 por ciento, hoy la cifra se ubica en 18 por ciento; el Producto Interno Bruto habrá disminuido 0,2 por ciento respecto a años anteriores. ¿Quiénes son los culpables? Según los analistas neoliberales, los responsables son los revolucionarios de la llamada primavera pues su postura violenta ahuyentó las inversiones extranjeras y los proyectos del año pasado están paralizados. Es una excusa cínica a todas luces, con la cual se pretende esconder el interés de la élite nacional y las potencias extranjeras de mantener el modelo económico y entretener con determinados cambios políticos.

Fíjense que sintomático lo ocurrido el pasado 17 de diciembre; se celebró un acto de recordación al joven universitario desempleado de 26 años, Mohammed Bouazizi, cuya muerte dio inicio a las revueltas, al tomar la palabra su madre expresó “Mi hijo se prendió fuego para garantizar la libertad para Túnez y el mundo árabe Pido a las autoridades que presten atención a las zonas pobres y proporcionen trabajo a los jóvenes.” Las palabras de esta señora reflejan las alertas encendidas otra vez por ese pueblo que hace un año salió a las calles.

En las últimas semanas se desataron disturbios en varias ciudades y manifestantes prendieron fuego a edificios públicos. En el poblado natal del mártir Bouazizi, dos jóvenes desempleados mantienen una huelga de hambre frente al edificio en el cual Bouazizi se prendió fuego, mientras, en los exteriores del mismo local, cuelgan los diplomas de graduados de decenas de jóvenes sin empleos. Se estima en 14 mil los jóvenes licenciados sin trabajo en esa pequeña nación. Todos estos hechos, entre muchos, son en protestas contra la difícil situación económica. Un vecino del poblado, Mansour Amamou, advirtió "El nuevo gobierno debe entender el mensaje bien y ocuparse de nosotros y mejorar nuestras condiciones. Si no, la revolución volverá".

Lamentablemente, a pesar de todas las deudas pendientes, posiblemente sean los tunecinos los menos frustrados entre todos los pueblos que protagonizaron las supuestas primaveras. Sus vecinos egipcios están con las manos vacías, ni mejoras económicas y casi ningún cambio político; la Plaza Tahrir volvió a llenarse para exigir la renuncia de la cúpula militar y juicios a los corruptos de Mubarak. En Libia, reina el caos político y el Consejo Nacional de Transición es objeto de críticas y protestas populares. En Arabia Saudita, Yemen, Bahreín y Marruecos se esperan los cambios y la justicia, mientras a Siria le apuntan los cañones en nombre de la libertad.

Al parecer, la cuestionable Primavera Árabe va a la parar de las estaciones. Tras florecer, las esperanzas quedaron cecas y marchitas en el otoño, y ahora, según las noticias, quedarán cubiertas en el hielo del fracaso.

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