lunes, 5 de diciembre de 2011

OTRA COSTOSA TRAVESURA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN MÉXICO


Un potencial escándalo se destapó este fin de semana, cuando el diario estadounidense The New York Times detalló en una de sus principales páginas, como la Administración Federal Antidrogas de Estados Unidos (DEA) ayuda al lavado de dinero procedente de esas bandas criminales que sumergen a México en una guerra civil.
El objetivo, según la DEA, fue seguirle la pista a los narcotraficantes, conocer cómo manejan y mueven sus fondos, sus principales líderes, en fin, detalles de su funcionamiento interno. Al parecer, estos tipos de experimentos están de moda entre las agencias gubernamentales norteamericanas, a quienes poco importa el impacto humano, pues se trata  ahora de la versión financiera de Rápido y Furioso, no la popular película, sino la operación que introdujo en México miles de armas procedentes de Estados Unidos con el mismo objetivo de seguirles el rastro a los criminales.
De iniciativas tan peligrosas solo deberían esperarse resultados aplastantes, golpes en las nucas de esas bandas que han hecho del narcotráfico un negocio transnacional; pero no, “Rápido y Furioso” fue un fracaso, dejó más de dos mil armas de diferentes calibres en mano de los carteles de la droga y no se sabe cuantas vidas perdidas, mientras, la similar iniciativa de la DEA recién descubierta no ha afectado en nada las operaciones financieras del narcotráfico. El reportaje de The New York Times asegura que la agencia permite a los contrabandistas llenarse el bolsillo durante años, antes de ejecutar arrestos y decomisos. Las estadísticas lo demuestran; de los 39 mil millones de dólares que mueven los carteles de la droga, la DEA solo decomisó mil millones el año pasado.
Aunque echemos a un lado las implicaciones morales del asunto, el costo humano, y confiemos en las supuestas buenas intenciones de la DEA, siempre quedan preguntas en el aire. ¿Se sancionan o investigan también a los socios norteamericanos de los carteles? ¿Esas operaciones ilegales no requieren de un apoyo extraordinario al otro lado de la frontera? Washington muestra el narcotráfico como un asunto interno de México o Centroamérica, evita tener responsabilidades en la búsqueda de soluciones al problema y solo se implica a la hora de señalarlo como un peligro para su seguridad nacional, sin embargo, el esquema de este tipo de operaciones ilegales lo señalan como parte sustancial del flagelo, no como víctima, también como victimario.
¿Podrían existir los narcotraficantes mexicanos sin el apoyo de sus aliados en territorio norteamericano? ¿No hay en suelo estadounidense toda una infraestructura al servicio del narcotráfico? ¿Dónde se lavan esos millones de dólares? ¿Quiénes venden las armas o consumen las drogas? Estados Unidos no solo es parte del problema, sino que es la parte más beneficiada. En la reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) la presidenta argentina, Cristina Fernández, ponía el dedo en la llaga al comentar como los narcotraficantes era latinos, pero el dinero no paraba en la región.
Está en dudas las intenciones del gobierno de Estados Unidos de erradicar la producción de drogas y el crimen organizado en América Latina. En los últimos años ha sido la excusa para mantener su presencia militar en la región, implementar iniciativas como los planes Mérida y Colombia que reportan millones de dólares al Complejo Militar Industrial, estigmatizar a los procesos progresistas latinoamericanos como Bolivia, Venezuela, incluso Cuba. En momento de esplendor para la unidad latinoamericana ¿No será la supuesta lucha contra el narcotráfico el recurso de la Casa Blanca para descarrilar la voluntad latinoamericana?

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