En ocasiones, a
la hora de referirnos a los avances logrados en América Latina y el Caribe, nos
quedamos en un análisis muy regional y obviamos la enorme trascendencia de lo
sucedido aquí para el resto de un mundo en crisis, no solo económica, también
de soluciones. Durante décadas América Latina miró y copió a Europa y Estados
Unidos en sus concepciones supuestamente democráticas, dándole la espalda a
todo la riqueza autóctona intelectual, cultural y política. Eso cambió y nos ha
permitido colocarnos en una vanguardia política a nivel internacional. ¿A qué me
refiero? Selecciones algunos ejemplos y comparemos para entender mejor. A
inicios de semanas el presidente boliviano Evo Morales inauguró una Cumbre
Social nacional sin exclusiones para que el pueblo, junto al gobierno, impulsara
el proceso de cambios realizado en el país desde 2006. Desde las mujeres
indígenas hasta los empresarios privados pudieron discutir sobre los más
importantes problemas de la nación y proponer soluciones ¿Estarían dispuestos
los gobiernos europeos o la Casa Blanca a convocar a sus Indignados para trazar
las políticas fiscales del país? ¿Europa y Estados les han dado a sus pueblos algún
margen de participación más allá que el derecho a huelga? Bolivia, país con una
pasado reciente de inestabilidad, da hoy lecciones de democracia y
participación bajo la presidencia de Evo Morales.
Tomemos otro
ejemplo reciente. Esta semana en Venezuela el presidente Chávez lanzó dos
nuevas iniciativas: la Gran Misión Hijos de Venezuela, con el fin de erradicar
la extrema pobreza, y la Gran Misión Venezuela en Amor Mayor, mediante la cual
se le otorgará una pensión a las personas de mayor edad que no reciben jubilaciones.
¿Qué vemos en Venezuela? Todo lo contrario a la realidad europea y
norteamericana. En Grecia se llegó a una cifra de desempleo record, los mandatarios
europeos recién electos hicieron campaña prometiendo soluciones a la crisis, y
ahora, tras los comicios, anuncian medidas más impopulares. Mientras en América
Latina los gobiernos generan la participación e implementan medidas a favor de
los más vulnerables, en otros lugares, que se auto-perciben como las grandes
democracias, se excluye y recae el costo de la crisis sobre los sectores más
pobres.
¿Y qué decir de
los procesos de integración? A diferencia de Europa, en esta región no se habla
de una América Latina a dos velocidades, y se trata de buscar el equilibrios
político para contrarrestar las enormes asimetrías económicas; en la flamante
CELAC, por ejemplo, convive lo mismo Brasil que Trinidad y Tobago ¡Cuanta
diferencia! Se busca una relación solidaria para evitar una realidad como la
europea, donde países se imponen sobre otros, y les exigen medidas no de
austeridad, sino de estrangulamiento.
Esas enormes diferencias
entre América Latina de los dos principales centros de poder, considerados históricamente
los modelos a seguir, es la primera y más palpable prueba, de que la región ha
tomado el camino correcto.
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