¡Alboroto en
Internet! La grabación de cuatro marines norteamericanos orinando sobre los
cadáveres de unos talibanes ha dado la vuelta al mundo, tan solo uno de esos
videos colocados en YouTube tiene casi medio millón de visitas. TaL pareciera
que es un hecho esporádico, primero de su tipo en aquellos lugares donde los
soldados estadounidenses pisan con sus botas. Desde el punto de vista
periodístico el acontecimiento tiene valor noticioso, pero el asombro de muchos
muestra la mala memoria de millones de personas en el mundo.
La lista es
larga. En el mismo Afganistán, el soldado norteamericano Calvin Gibbs creó un
escuadrón de la muerte que asesinó a tres civiles a principios de 2010, los
abusos del grupo se descubrieron gracias a unas fotos en las cuales posaban al
lado de los cadáveres, como trofeo le contaban los dedos u otras partes del
cuerpo a las víctimas. Pero vayamos un poco más al oeste, hasta Irak ¿Recuerdan
las torturas y abusos sexuales en Abu Ghraig? Las invasiones a ambos países
están plagadas de estos casos, que emergen en los medios con la misma facilidad
con la cual después desaparecen y sobre los cuales no detallaré para evitar
caer una morbosa crónica roja.
Sin embargo,
sería un error limitarnos a hechos como estos para analizar la violencia y los
horrores de una guerra. Las grandes barbaridades se ejecutan por los gobiernos
invasores y no por un grupo aislados de soldados; en todo caso, los crímenes
cometidos por estos efectivos son la expresión de un odio estimulado desde las
élites políticas y castrenses. En Afganistán, la OTAN (que en la práctica es
sinónimo de Washington) ha utilizado uranio empobrecido; según los datos
ofrecidos por la misma organización belicista, el número de civiles muertos en
el último año superó los 2700 y en once años de ocupación pueden suman un total
de 10 mil personas asesinadas. Si la propia alianza trasatlántica dio estas
cifras, es prudente esperar que en realidad sean muy superiores.
El infierno
puede sufrirse en vida. Decenas de miles de afganos fueron desplazados de sus
lugares de origen, el sistema de salud apenas existe, las mujeres, niños y ancianos
son los segmentos más afectados y las malas cosechas ponen al borde del hambre
a más de seis millones de personas. Según el Programa Mundial de Alimentos, 31
por ciento de los afganos están en grave situación alimentaria y un tercio ya
padece hambre. La organización dice que no puede hacer mucho ante esta
situación por la falta de 200 millones de dólares. Ah… ¿por qué falta el
dinero? Si, falta; mientras Washington gasta 20 mil millones de dólares en el
aire acondicionado de sus soldados en ese país centroasiático, a la ONU le
faltan fondos para alimentar a los civiles. Lo único que prospera en Afganistán
es el negocio de la droga con el drama humano que conlleva.
¿No se pueden
considerar crímenes todas estas situaciones? ¿El sufrimiento por hambre,
miseria y violencia es menos terrible que unos cadáveres profanados? Los
soldados son llevados a juicio y sentenciados a una condena ínfima
independientemente al crimen cometido, pero ¿Quién lleva ante los tribunales a
Washington, la OTAN y sus aliados europeos? El video de los soldados profanando
los cadáveres de los talibanes es solo un capítulo de un libro de horror.
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