Faltan solo unos días para la constitución formal en Caracas de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC). Un mecanismo que reunirá a representantes de 33 países de
la región, sin la presencia de Estados Unidos, Canadá y las ex
metrópolis europeas.
Ya no vendrán delegaciones
procedentes de Washington para presionar a los gobiernos latinoamericanos,
ni los representantes de Madrid a defender los negocios de sus
transnacionales o a tratar de consolidarse como la puerta de las
inversiones de Europa hacia América Latina.
La CELAC también tiene un fuerte simbolismo histórico por dos aspectos
fundamentales; es el resultado de un cambio de época, de la caída
paulatina de gobiernos neoliberales y el accenso de gobiernos de
izquierda con diferentes matices entre sí, pero con una misma vocación
integracionista; por otro lado, quedará formalmente constituida en
Venezuela, la tierra de grandes próceres latinoamericanos y cuna de la
independencia de la corona española; allí se soñó y conceptualizó la
unidad que nos empeñamos en construir. Si tomamos en cuenta el
significado político actual de Venezuela, podemos considerar el hecho
como un apoyo también a esos cambios profundos en la región.
La Comunidadde Estados Latinoamericanos y Caribeños es la organización
regional más abarcadora. Sobre el mismo manto estará la América del Sur
con sus grandes economías, incluyendo a una de las emergentes, y los
pequeños países centroamericanos y caribeños; por tanto, su carácter
abarcador implica grandes retos para la naciente organización Primero,
debe respetar la heterogeneidad, buscar un equilibrio entre los
diferentes intereses de las partes, encontrar los puntos de unión e ir
limando las divergencias, no puede convertirse en una institución al
servicio de algunos países en detrimento de otros, como sí ha ocurrido
con algunos proyectos integracionistas anteriores; segundo, la CELAC
debe coexistir con varias iniciativas subregionales con proyecciones muy
diferentes, desde la solidaria y avanzada Alternativa Bolivariana para
los pueblos de Nuestra América, pasando por la activa Unión de Naciones
Sudamericanas, y terminando por la desprestigiada Organización de
Estados Americanos, todavía ministerio de colonias de Estados Unidos.
¿Cómo buscará su lugar frente a tantas iniciativas, algunas de ellas muy
exitosas?
Pero quizás, el mayor reto de la Comunidad está en funcionar y romper
las expectativas de sus creadores. Lograr una verdadera unidad no es
tarea fácil. Si bien hay un grupo importante de gobiernos que asumen la
integración como una necesidad histórica, otros, afortunadamente los
menos, siguen mirando hacia Washington y su unión podría tener un
carácter transitorio u oportunista mientras dure la crisis; quien sabe
si hasta pudieran actuar como caballos de Troya de los intereses
imperialistas.
Ojalá tras la fundación de CELAC se comience a hablar de Latinoamérica y
no más de países latinoamericanos por separados. El carácter multipolar
del mundo no puede estar dado solo por los enfrentamientos de China y
Rusia a los intereses de Estados Unidos. América Latina tiene la
capacidad de ser uno de esos polos, más aún, cuando es en esta parte del
mundo donde renace la esperanza socialista como alternativa al
capitalismo, crece una conciencia antiimperialista y una integración más
social que lucrativa.
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