Cuando analizamos la situación internacional es imposible obviar el Oriente Medio, sobre todo, las amenazas de guerra contra Siria e Irán. Después de un relativo silencio durante las primaveras árabes devenidas
en otoños, vuelve a debatirse la posibilidad de un ataque militar contra
la nación persa. Para algunos analistas sería en la práctica una acción
demasiado insensata con consecuencias inimaginables, pero las
declaraciones de actores políticos importantes reflejan quizás una
decisión ya tomada.
El presidente israelí aceptó la posibilidad de agresión, la prensa
sionista informó sobre las maniobras del primer ministro, Benjamín
Netanyahu, para lograr el apoyo de su gabinete a la contienda; algunos
funcionarios de inteligencia están preocupados por las consecuencias e
inclinados a las sanciones diplomáticas y no el uso de la fuerza.
Fuera de Israel también se debate; en Estados Unidos un grupo de
expertos sugirió al Congreso implementar asesinatos selectivos contra
dirigentes iraníes, mientras, la secretaria de Estado, Hillary Clinton,
prevé nuevas acciones. Según el periódico inglés, The Guardian, Londres
se prepara militarmente para apoyar un ataque al país persa, es decir,
hasta el momento no solo hoy declaraciones, también movimientos
prácticos.
Tomando en cuenta las características de Irán, cabe preguntarse si es
posible una agresión contra ese territorio y cuáles son los intereses
imperialistas detrás del plan. Podría ser una mala decisión para Israel,
un país derrotado en 2006 por las milicias de Hizbollá al sur del
Líbano, es poco probable que pueda contra una nación mucho más grande,
mejor armada, organizada, y sobre todo, con una fuerte cohesión interna
ante una agresión externa. Irán además está conectada con los
principales conflictos en la región, es aliada de Hizbollá, del gobierno
sirio y de algunas fuerzas radicales palestinas, por lo tanto, se le
abrirían varios frentes al régimen sionista con muy pocas posibilidad de
éxito.
Recordemos que el país persa es una especie de centro del chiismo
islámico. ¿Qué podría ocurrir entonces en esos estados aliados de
Washington y cuya población es mayoritariamente chiíta y donde el pueblo
ha salido a las calles pidiendo reformas? ¿No podría constituir esto un
problema interno para esos países? Otro elemento, Irán está entre Iraq y
Afganistán y tiene fuerte influencia política sobre esas naciones,
entonces, podría complicarle más la vida al ejercito estadounidenses y
de la OTAN apostados allí. El conflicto se regionalizaría y nadie sabe
hasta donde. Este análisis no toma en cuenta la respuesta militar que
por si sola puede dar Teherán. Todo podría quedar en más presiones, sin
embargo, hasta ahora son inefectivas.
No se podemos analizar estos planes desconectados de la situación
regional. Estados Unidos y Europa están en un proceso de rediseño de su
poder en el mundo musulmán tras las los levantamientos populares en
Túnez y Egipto. Luego de Libia parecen concentrarse en Siria, un hueso
mucho más duro, entre otras razones, por su fuerte alianza con Irán. Los
intereses imperialistas y su nueva estrategia han chocado con el muro
persa; hasta ahora todo fue relativamente fácil, pero con la pieza iraní
el juego se puede trancar. ¿Qué harán Washington y sus aliados? Es
temprano predecir, pero los imperios sobrevalorado sus fuerzas y no se
distinguen por la sensatez. Otra pregunta más inquietante. Si logran sus
objetivos en el Medio Oriente ¿Qué proceso político contrario a los
intereses norteamericanos estará a salvo en el mundo?
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