miércoles, 30 de noviembre de 2011

Las barreras que sabotean la conferencia en Durban

Si tomamos en cuenta que hace tan solo 20 años el tema del calentamiento global no aparecía en la agenda de ninguna cumbre internacional, entonces es difícil negarle el merito de las conferencias de Naciones Unidas sobre el tema, realizadas año tras año.
Son la expresión de una conciencia creciente tanto pública como institucional, aunque bastante lenta para tratarse de un asunto tan importante como la supervivencia humana; con esa carga se inauguró este martes en la ciudad sudafricana de Durban la más reciente conferencia de este tipo, no para analizar o perfilar acuerdos ya tomados, sino como un pesimista esfuerzo para acercar posiciones.
Las contradicciones no emergen de la mayoría de los países pobres y subdesarrollados, sino de esas potencias económicas que han impulsado su desarrollo industrial sobre un modelo consumista y prácticas sumamente contaminantes y ahora, bajo la necesidad del cambio, tratan de cuidar al máximo los bolsillos de esos empresarios y transnacionales.
Estados Unidos, el mayor contaminador del mundo, es la nota discordante. Su delegación arribó a la ciudad sudafricana renuente a firmar cualquier acuerdo de obligatorio cumplimiento antes del 2020, tal y como se negó a comprometerse con el Protocolo de Kyoto. El argumento fuerte utilizado por Washington es China; asegura que el gigante asiático y determinados países, según su consideración, deben enfrentar las mismas exigencias, aunque sus niveles de desarrollo no sean los mismos o no cuenten con los fondos necesarios para el recambio tecnológico.
La Casa Blancano toma en cuenta que esas industrias altamente contaminantes son muchas veces de empresas estadounidenses o europeas; los países del Tercer Mundo se ven obligados a relajar sus legislaciones medioambientales para lograr inversiones extranjeras y el poco dinero disponible deben utilizarlo en las emergencias sociales o pagando colosales deudas externas.
Tengamos algo presente en el caso de China: es el motor de la economía mundial, pero se considera un país en vía de desarrollo y sus  indicadores sociales distan mucho de los alcanzados por el Primer Mundo; su desarrollo se concentra en la costa este, y al interior del país el trabajo por hacer es inmenso, no debe tratársele como a Camerún, pero tampoco como aquellos países altamente desarrollados.
No obstante, los esfuerzos de Beijing en materia medioambiental son más meritorios si los comparamos con los implementados por Estados Unidos, que solo ha logrado bajar a 6 % sus emisiones de gases contaminantes respecto al 2005, a pesar de los publicitados 90 mil millones de dólares del presidente Obama para energías limpias.
Washington aspira a un “Fondo Verde” al cual deben contribuir monetariamente las naciones pobres tal y como harán las mayores potencias. Ojalá un día Estados Unidos se motivara a implementar ese “igualitarismo” en la toma de decisiones en Naciones Unidas, el Banco Mundial o el FMI.
¿No falta en Durban y en las ediciones anteriores un enfoque sistémico del problema? La crisis medioambiental es solo una arista más de una crisis mayor ¿No se estarán analizando los daños al medio ambiente bajo un concepto estrecho? Los gases contaminantes son dañinos, pero ¿y la guerra? ¿No es dañino el uranio empobrecido utilizado por la industria militar para hacer más potentes las bombas? ¿Y los daños materiales y humanos provocados por las guerras, no las de hace décadas, sino las actuales? Son temas necesarios de tratar en este tipo de citas, pero aspirar a ello sería soñar. En no pocas ocasiones la necesidad más práctica es el sueño más utópico.

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