Siria merece un nuevo comentario. En un
análisis anterior hicimos una pregunta al respecto ¿Se está inclinando la
balanza a favor de Rusia y el presidente Bashar Al-Assad? Hoy podemos dar una
respuesta más argumentada. Hace unos días, el mandatario entró a la ciudad de
Homs, capital de la revuelta opositora, y no caben dudas de que la visita fue
una especie de entrada triunfante.
Fuera de las fronteras sirias otro hecho
marcó un punto de inflexión. En medio de la
II Cumbre sobre Seguridad Nuclear, el presidente
estadounidense, Barack Obama, aceptó públicamente el plan de paz propuesto por el
representante de Naciones Unidas, Kofi Annan, el cual ya había sido apoyado por
Rusia, China, y aceptado por Damasco. ¿Por qué un punto de inflexión? El plan
de Annan, no incluye la principal exigencia de Washington, Europa, las
monarquías del Golfo y los opositores sirios: la salida inmediata del poder de
Bashar Al-Assad.
Por supuesto, Estados Unidos y sus
aliados no aceptan con agrado esta propuesta, el sí se debe al conjunto de
presiones que Washington también siente a sus espaldas, a pesar de ser la gran
potencia, y al persistente bloqueo ruso a sus intenciones belicistas. De
pronto, la Casa Blanca
se vio atrapada en su propia trampa, una acción unilateral no era viable, y en
cuanto al uso de las organizaciones internacionales, tal como dicta la
estrategia del poder inteligente de Obama, Rusia y China pudieron marcar el
rumbo con cierta facilidad.
El fracaso en el Consejo de Seguridad de
la ONU de la
estrategia del llamado Occidente, es decir, Estados Unidos y Europa, dejó dos
lecciones importantes; primero, el guión libio fracasó, era solo viable en las
condiciones específicas de Libia, pero no aplicable a ningún otro país, menos a
Siria, país con una institucionalidad fuerte y un gobierno de una minoría
religiosa, pero representante de un consenso nacional, y segundo, el dúo
Rusia-China, también puede decir la última palabra en el Consejo de Seguridad,
ya no solo Estados Unidos.
Otro elemento importante, mencionado en nuestro
comentario anterior, es el buen manejo de la crisis por parte del mandatario sirio.
Supo combinar la respuesta militar con la respuesta política; en un primer
momento el ejército tomó tiempo para estudiar bien las características de los
focos insurgentes y después desplegar su estrategia; a la vez, Al Assad,
impulsó reformas políticas sin precedentes en el país, minimizadas por la gran
prensa, pero con un impacto en la opinión pública nacional. Sin dudas, fueron
recursos para desmontar poco a poco el discurso opositor.
Ahora bien, la situación actual plantea
grandes interrogantes con respecto al futuro, puede ser el cierre de un
capítulo, pero la primera página de otro. Si la estrategia imperialista contra
Siria fracasa, ¿qué sucederá entonces con el reordenamiento hegemónico que
Estados Unidos y Europa implementan en la región a raíz de la llamada primavera
árabe?, ¿qué sucederá con Irán?, ¿cuánto variará los planes contra el país
persa, el cual es el objetivo final de toda esta ofensiva?
Este puede ser el inicio de acciones más
agresivas y unilaterales, o una fractura política que deje mucho mejor definida
esa multipolaridad tan deseada y necesaria.
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